Discurso de Su Majestad el Rey Willem-Alexander

Señores Miembros de los Estados Generales:

Hoy me presento ante vuestra Sesión Conjunta para prestar juramento y ser investido como vuestro Rey. Vosotros estáis reunidos aquí, en la ciudad capital, en calidad de representantes elegidos por el pueblo. Esto simboliza nuestra relación constitucional.

Durante el transcurso de dos siglos, la Monarquía Holandesa ha estado ligada en forma inseparable a la democracia parlamentaria. Este acto de investidura y el juramento que prestaré a continuación confirman dicha alianza, tal como lo establecen el Estatuto del Reino y la Constitución.

La democracia tiene como fundamento la confianza mutua. Confianza de los ciudadanos en el estado. Un estado que está sujeto al derecho y que ofrece perspectivas. Pero también confianza del estado en sus ciudadanos. Ciudadanos que se sienten asimismo responsables por el bien común y la solidaridad mutua. Todos cuantos ejercen la función pública, sean elegidos, nombrados o designados, tienen el deber de responder a dicha confianza. Así funciona la democracia.

"Ganar la confianza mutua implica un ejercicio permanente, en lo pequeño y en lo grande". Mi madre pronunció estas palabras en su último discurso navideño como Reina. Durante treinta y tres años brindó su confianza y nunca defraudó la confianza depositada en ella. Ésa es la base de su autoridad. Ella defendió los valores que establece la Constitución y con los que se había comprometido solemnemente el 30 de abril de 1980. También los manifestó cuando lo consideró necesario. Porque el hecho de que el Rey no tenga responsabilidad política, no significa que su cargo no conlleve responsabilidad alguna. Si no, el juramento que precisamente prestaré en un instante en esta Sesión Conjunta, carecería de sentido.

Mi querida Madre,

Usted se desempeñó como Reina con plena conciencia de las responsabilidades que ello implica y se dedicó de lleno a las obligaciones inherentes a su cargo. Pero al mismo tiempo usted era hija, esposa, jefa de familia y madre. Usted quiso cumplir plenamente, de la misma manera, con cada una de sus responsabilidades, lo cual a veces le planteó un debate interno. Pero supo combinar sus múltiples obligaciones manteniendo siempre un vital equilibrio. A usted nunca se le pidió nada en vano. También en aquellos momentos en que la tristeza personal la aquejaba siguió siendo nuestro apoyo, fiel y cariñoso.

Con la ayuda de mi padre, usted creó un estilo monárquico propio. La popularidad fugaz no era el norte que la guiaba. Usted mantuvo un curso estable y correcto, porque sabía que era parte de una larga tradición. En medio de la tempestad, usted mantuvo la calma.

Ha llegado el momento de seguir sus pasos. Sobre mi función, tengo una idea clara. Por lo demás, nadie sabe 'lo que nos deparará el destino'. Pero dondequiera que nos lleve, y aunque sea lejos, su sabiduría y su cariño siempre me acompañarán.

Sé que estoy expresando los sentimientos de muchos ciudadanos de Holanda y de la región Caribeña de nuestro Reino al decirle: ¡gracias por los muchos y preciosos años en que tuvimos el privilegio de tenerla como Reina!

Cada Monarca desempeña su cargo con un estilo propio. Somos personas diferentes, en épocas diferentes. La Monarquía no es estática. Se ha ido adaptando a las distintas circunstancias dentro del marco de nuestras reglas constitucionales. Los ministros y el Parlamento también han concedido al Monarca ese espacio.

Al mismo tiempo, la Monarquía es símbolo de continuidad y de unidad. Representa un vínculo directo con nuestro pasado como nación, esa trama histórica que también hoy todos nosotros seguimos tejiendo. En la historia encontramos los cimientos de los valores que compartimos. Uno de esos valores es el papel del Rey como servidor. La función del Monarca está al servicio de la comunidad. Esta idea, profundamente arraigada, ya fue plasmada por el Parlamento en 1581 en el Acta de Abjuración, el certificado de nacimiento de lo que más tarde serían los Países Bajos.

Mi asunción se produce en un período en que muchas personas del Reino se sienten frágiles e inseguras. Frágiles por su situación laboral o por su estado de salud. Inseguros por sus ingresos o por el entorno que los rodea. Ya no es como antes, que se daba por descontado que los hijos vivirían mejor que sus padres.

Cada uno por sí mismo parece tener menos control sobre circunstancias que afectan nuestras vidas. Nuestra fuerza no radica en el aislamiento, sino en el trabajo conjunto. Como familia. Como amigos. Como vecinos de calle, de barrio. Como ciudadanos de nuestro Reino. Y como habitantes de esta tierra, que enfrenta una cantidad de problemas que sólo tendrán solución desde el contexto internacional.

Unidad y diversidad. Carácter propio y poder de adaptación. La convicción por el valor de las tradiciones y también la curiosidad por lo que vendrá. A lo largo de la historia, estos rasgos nos han convertido en lo que hoy somos.

El afán de explorar los límites, y de preferencia trascenderlos, nos ha llevado lejos. Cinco destacados compatriotas son símbolo de ello. Hoy, ellos cumplen aquí un papel tradicional, pero al mismo tiempo son testimonio vivo de lo que podemos lograr.

Además de ellos, hay cientos de miles de personas que a su manera también se destacan. Su dedicación también es imprescindible. La esperanza de nuestra nación está en el conjunto de todas esas personas, con todos sus talentos, ya sean grandes o pequeños. Nuestra fuerza radica desde hace siglos en nuestra capacidad inventiva, en nuestra dedicación y en nuestra apertura. Con eso tenemos tanto para ofrecer al mundo.

Como Rey, quiero alentar al pueblo a utilizar activamente los recursos con que cuenta. Por muy grandes que sean las diferencias, por muy diversas que puedan ser nuestras convicciones y nuestros sueños, cualquiera sea la cuna en que nacimos, en el Reino de los Países Bajos todos pueden hacer oír su voz y aportar a la causa común desde un pie de igualdad.

Con orgullo representaré a nuestro Reino y contribuiré a descubrir nuevas oportunidades. Es mi deseo establecer lazos de comunicación, identificar vínculos y hacer conocer lo que nos une a nosotros, los holandeses, tanto en tiempos de júbilo como de profundo dolor. De esa manera, como Rey, podré fortalecer la confianza mutua entre los ciudadanos y el estado, velar por la democracia y servir al interés común.

Asumo mi función agradecido. Agradecido por la educación que me dieron mis padres y por el espacio que tuve para prepararme para este cargo. Muchas personas me ayudaron con sus consejos y sus acciones; a todos les digo 'gracias'.

Los sucesivos gabinetes, apoyados por el Parlamento, me dieron la posibilidad de desempeñarme con un papel propio en diversos ámbitos de trabajo. Gracias a ello, pude hacer mucho en los Países Bajos y por los Países Bajos. Ese trabajo me permitió tomar conciencia de todo lo que puedo hacer desde mi posición. También me dio la posibilidad de interiorizarme a fondo en temas fundamentales para nuestra nación, como el manejo responsable del agua.

Las experiencias nacionales e internacionales me convirtieron en la persona que hoy soy. Con confianza, me atrevo a pronunciar ante mí mismo y ante el mundo: asumo este cargo con convicción. Al hacerlo, me doy cuenta de lo intensamente feliz que me hace el apoyo de mi esposa, Máxima. Ella es consciente de las limitaciones personales que a veces le impone su posición. Ella abrazó nuestra nación y se hizo holandesa entre los holandeses. Y está plenamente dispuesta a poner sus muchas aptitudes al servicio de mi Reinado y del Reino de todos nosotros.

Señores Miembros de los Estados Generales:

Hoy confirmamos los unos a los otros nuestras responsabilidades y obligaciones mutuas. El Estatuto del Reino y la Constitución son nuestro fundamento común. Sobre esa base, seguiremos afianzándonos en las buenas épocas y en las no tan buenas, con plena confianza de que juntos, con la cabeza bien alta, podremos enfrentar el futuro.

Desde esa convicción, dedicaré toda la energía de que dispongo a mi Reinado.

Juro ante los pueblos del Reino que siempre mantendré y respetaré el Estatuto del Reino y la Constitución.

Juro que con todas Mis fuerzas defenderé y velaré por la independencia y el territorio del Reino; que protegeré la libertad y los derechos de todos los holandeses y de todos los residentes del Reino, y que utilizaré todos los recursos que las leyes ponen a Mi disposición para mantener y promover el bienestar, tal como lo debe hacer un buen y fiel Monarca.

Al hacerlo, invoco el apoyo de Dios Todopoderoso.